Las canciones, esto tampoco era lo que quería decir:

No empieza con una canción, claro. Pero de pronto, una canción viene a decirte, por encima del hombro, que es esa cosa a la que le estas dando vueltas, como si fuera un paquete que no querés abrir porque no sabes que puede tener adentro. Es el poder ese, que tienen las canciones, a veces, a pesar de los músicos. Otra cosa es el timing y el sentido de la oportunidad, que hace que las canciones sirvan para encapsular periodos de tiempo enteros, a los que después podremos acceder con tan solo escuchar los primeros acordes. Por eso, después podemos, con derecho, en medio de una situación, estar lo mas bien y de pronto, porque del patio del vecino se escucha una radio y de la radio sale vaya a saber que canción de nada, estar como el traste y ya tener que decir: perdona, pero me voy a tener que ir. Si solo dijéramos “me voy a ir”, seria otra cosa, una cosa muy distinta. Pero el “me voy a tener que ir”, implica una fuerza mayor, implica un viento que viene arrastrando polvareda, desde el pasado, como cuando va a llover y uno se acuerda de pronto, que no cerro las ventanas. Aunque no haya ventanas que cerrar y aunque, a veces, el pasado, no quede atrás. Es lo mismo, a veces, una canción también puede salvarte la vida. Uno puede venir a los tumbos y estar feo y enojado y buscando roña y de pronto, flas. Aparece una canción que no te acordabas y algo adentro dice: uh. Y esa canción te hace acordar que no siempre fuiste feo, ni estuviste enojado y que los tumbos y la roña se sacan yendose a dormir y punto. Y entonces, quizás, una canción te salvo de salir a la calle y realmente encontrar roña. Si algo tienen las canciones, es que son el mejor antídoto que conozco contra la soledad. Y no la soledad de “al final se hacen todos los vándalos pero cuando querés salir a que te echen de un bar, no hay nadie”. Digo la otra soledad, la grande, la que se parece a un campanario de pueblo, esa soledad. La soledad que nos miente, a veces por ignorancia, a veces para hacer mas amargo el trago. La que te hace sentir que tenés los zapatos clavados al piso y que lo que te pasa no le paso nunca a nadie. Y entonces la canción, una canción viene a decirte que no y mira que cosa. No sos ni el primero ni el ultimo al que algo le duele adentro y no duerme o duerme a los saltos. Y entonces pasa algo, te sentís extrañamente acompañado y casi nunca estafado, porque alguien mas haya estado emberretinado por unos ojos que miran a través. Alguien lo puso en una canción y lo largo al mundo, como quien presta una bufanda o un paraguas. ¿Te la traigo en la semana, queres? Te dicen siempre, pero nunca quiero que pase eso. Si presto una bufanda o un paraguas, es para siempre, como las canciones.

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