
Hay alguien que, sin sentimientos, se mete todos los días en una oficina de nueve de la mañana a cinco de la tarde. Para las siete de la tarde esta entrando a bañarse y cerca de las nueve menos veinte la cena esta lista. Así, todos los días de la semana. El tipo sabe que a la semana consume diez horas en trasladarse a su trabajo, cinco en almorzar y otras diez en asearse y tomar la cena, operaciones para las que no hace falta ningún tipo de conciencia. El trabajo es algo diferente, son ocho horas menos una, de estar sentado en un escritorio y compartir el aire con otras tantas personas. A la semana son cuarenta horas de no saber nada de la persona que esta al lado. El total de las horas de la semana en que el tipo no esta presente en su vida dan algo así como sesenta y cinco horas, dejándole tan solo cincuenta y cinco de las cuales cuarenta se van en dormir. Quedan tres horas por día en que el tipo piensa en una o dos cosas: en que ponerse al otra día para ir a trabajar y en que deberia hacer con el tiempo restante. Algunas veces piensa en la eternidad pero eso siempre termina en migraña, lo que aumenta las horas de sueño y reduce las horas de pensamiento no estipulado.
Y pasa algo que al tipo le valida la cuenta de sus horas semanales y son los feriados. El tipo odia abiertamente los feriados y esto es llamativo porque, de normal, no odia ni quiere ninguna cosa. Pero si, los feriados lo ponen de un terrible mal humor que no puede explicarse y que arrastra durante todo el día. El tipo piensa que los feriados son un desorden, una desprolijidad típicamente gregoriana. Los feriados el tipo los empieza a mitad de mañana, ya que algo le impide levantarse al horario de siempre y eso es lo primero que lo pone de mal humor. Lo segundo es que no sabe que ponerse ya que no es un día productivo pero tampoco es un día netamente de ocio como los sábados, por ejemplo. Lo tercero y esto es capital empieza cuando el tipo sale a la calle y, con dudas y temores, encara algún tipo de plan en algún tipo de lugar de recreación. Ahí pasa lo peor. Y empieza cuando el tipo se halla en medio de la multitud, digamos en un parque. Ahí, viendo a su alrededor a cantidades enormes de tipos que, como el, salieron a la calle con un sentimiento de obligación, y que ahora pasean y vocean sus cosas abiertamente y sin culpa, el tipo comprende que no es como ellos. El tipo siente que no cuaja, sabe que no pertenece y que no puede, con eso no puede. Un tipo, algunos metros mas allá grita a sus niños que es hora de la leche. Una mujer pasea un perro con un hombre mas joven que ella y charlan animadamente mientras pasan lentos. Una tipa se estira en su lona mientras apoya un libro en su pecho y comienza a dormitar. Al tipo le da vueltas la cabeza y tiene que huir, tiene que volver a casa, entre avergonzado y febril. El tipo terminara el día con una larga ducha tibia, si la noche llega pronto estará salvado. Alrededor de las ocho el tipo comenzara a sentirse mejor porque el lomo del día que viene comienza a levantarse delante de el. Quizás planche un poco mientras se cocina dos huevos duros. El tipo olvida lentamente la sensación de mareo del parque. Vuelve la semana, el tipo se va a dormir.
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